MariaelenamaggiBlog

30 noviembre 2009

Descubro a Camille Pissarro

Filed under: Libros de arte para niños — mariaemaggi @ 5:03 PM
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Bananeros, acuarela de Camille Pissarro

Bananeros, acuarela de Camille Pissarro.

Textos: María Elena Maggi. Viñetas: Carmen Salvador. Diseño: María Angélica Barreto e Isabel Serizier. Banco Central de Venezuela. 2009.

Un libro de arte para niños que narra la estadía de Camille Pissarro en Venezuela, a mediados del siglo XIX, en compañía de su maestro y amigo Fritz Melby, cuando sólo tenía 22 años, con una muestra de los dibujos y acuarelas que realizó en el país y forman parte de la Colección de Arte del BCV.

Descubro a Fritz Melbye

Filed under: Libros de arte para niños — mariaemaggi @ 3:49 PM
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Textos: María Elena Maggi. Viñetas: Carmen Salvador. Diseño: María Angélica Barreto e Isabel Serizier. Banco Central de Venezuela. 2008.

Un libro de arte para niños que narra la visita del pintor danés Fritz Melbye a Venezuela, a mediados del siglo XIX, en compañía de su discípulo y amigo Camille Pissarro, y muestra parte de sus dibujos, óleos y acuarelas. Publicado por el Banco Central de Venezuela, recibió la Mención Libro de Información en el evento Los mejores libros para niños 2009 del Banco del Libro.

21 noviembre 2009

A la una la luna. Poesía venezolana para niños

Una antología que ofrece más de setenta poemas de treinta y dos autores venezolanos, sobre temas atractivos para los niños como: los animales, la naturaleza, la magia, los juegos, la cocina, el humor y la navidad, con delicadas y graciosas ilustraciones.

(pedidos: zaratanproducciones@hotmail.com – mariaelenamaggi@gmail.com)

¿Los libros tienen edad?

Texto preparado para la Mesa Redonda organizada por la editorial Alfaguara, en abril 2009. Moderadora: María Fernanda Paz Castillo. Participantes: Mireya Tabuas, Francisco Javier Pérez y María Elena Maggi.

La pregunta que me han planteado los amigos de Alfaguara para esta tarde, parece sencilla, pero no lo es, diría que es más bien una pregunta difícil, delicada, un tema polémico, que en principio me gustaría alimentar con otras preguntas: ¿corresponden los libros para niños a determinadas edades? ¿Quién o quienes se encargan de prescribir esa edad en la contraportada o catálogos de los libros? ¿cuándo se indica una edad, qué cosas se han tomado en cuenta? ¿esa indicación es una orientación confiable, infalible, o es parte de un trabajo de mercadeo de las editoriales para vender los libros? ¿por qué unas editoriales lo ponen en práctica y otras no? ¿deben los padres y docentes guiarse por esa prescripción o hacer caso omiso de ellas? ¿Hay que proporcionales los mismos libros, o un mismo tipo de libro a niños de la misma edad? ¿esos niños son iguales en cuanto a su aproximación a la lectura? ¿les gustan los mismos libros?.

Como verán las preguntas pueden ser muchas y tienen que ver con el desarrollo físico, motor, psíquico, emocional e integral de los niños, con el contexto familiar, escolar y social, con procesos complejos como la adquisición del lenguaje, la lectura y la escritura, temas que ha estudiado la psicología evolutiva, la lingüística, la psicolingüística, la comunicación, la semiología y el arte, pues se relacionan con al desarrollo de la literatura, la ilustración y la edición de libros para niños. Entonces con todas las limitaciones del caso, y modestamente, voy a tratar de indagar en algunas de ellas.

Es usual ver en las librerías a un público adulto que solicita la ayuda de un vendedor para escoger un libro para un niño de una determinada edad, o que busca afanosamente en la contraportada la consabida prescripción. Porque en realidad muchos adultos pueden sentirse perdidos en una librería infantil, ante una amplia oferta editorial, sobre todo si se están adentrado por primera vez en ese territorio, entonces en esa circunstancia se agradece una etiqueta con la indicación o la recomendación de un buen librero. Pero la oferta de libros para niños además de amplia, puede ser engañosa –no sólo en la prescripción de edad, sino en todo sentido-, y puede que el vendedor –y ya no uso la palabra librero- no conozca muy bien lo que vende, o también que las etiquetas de edad no estén bien puestas.

En esa necesidad de orientar al comprador o consumidor adulto -padres, abuelos, docentes, bibliotecarios, maestros, se sostiene la práctica de la prescripción de edad, que no sólo la usan las editoriales, sino también librerías -reales o virtuales- revistas e instituciones que se ocupan de la educación, la literatura para niños y la promoción de la lectura, muchas de las cuales ofrecen sus orientaciones a través de páginas web, como: sol-e.com, SOL. Servicio de orientación de lectura, de España, educared.org.arg y la revista Imaginaria de Argentina(www.imaginaria.com.arg),paramaestros, leeleatushijos.org, Lacasadelarbol.com, clubdelibros.com, elhuevodechocolate.com, páginas, algunas muy hermosas, que ofrecen listas de libros por edades o con recomendaciones de edad.

Pero hay diferentes maneras de poner en práctica esta prescripción, hay editoriales, que además de identificar sus colecciones con nombres o colores, establecen en sus libros o catálogos rangos de edad muy cerrados y con topes, por ejemplo: de 0 a 6 meses, de 6 a 12 meses, de 1 a 3 años, de 2 a 4, de 3 a 6, de 6 a 8, de 8 a 10, 10 a 12, etc. otras usan una indicación un poco más abierta, se recomienda el libro a partir de una edad, sin usar topes: es decir, desde o a partir del nacimiento, de los 6 meses, 2 , 3 , de 6, 8, 10 ó 12 años en adelante (Fundalectura de Colombia que establece 6 categorías).

Hay otro tipo de recomendación que no alude a la edad, sino a las diferentes etapas del desarrollo físico de los lectores, estableciendo tres grandes rangos: libros para bebés, libros para niños y libros para jóvenes, o incluso dos: Libros para niños y Libros para adolescentes, como lo usan en Colorincolorado.org, una página dirigida a familias y maestros de habla hispana de EEUU, que vale la pena consultar.

Y finalmente podemos hablar de una práctica adoptada durante las últimas décadas, tanto por editoriales como por instituciones, en la que la edad pasa a ser un dato secundario, tomando en cuenta para los enunciados las etapas del desarrollo de los niños y jóvenes como lectores, por ejemplo, el Banco del Libro establece en sus boletines cinco categorías:

Para los más pequeños (de 0 a 3 años)
Primeros lectores (de 3 a 6 años)
Lectores en marcha (de 6 a 9 años)
Grandes lectores (de 9 a 12 años)
Jóvenes lectores (12 años en adelante)

Y otra de las páginas citadas:

Para leer con papá y mamá (0-6 años)
Para los que ya saben leer (6-8 años)
Para los que leen bien solos (9-11 años)

Y más aún clasificaciones que simplemente -y creo que nos vamos acercando más a la médula del problema- indican esas etapas sin relacionarlas con edades, como por ejemplo: Para los que aprenden a leer – Para niños lectores -para los que ya saben leer – Para lectores avanzados – entrenados – audaces, intrépidos, para lectores en vuelo etc.

Esas prescripciones generalmente las fijan profesionales de diferentes áreas que consideran para ello aspectos como formatos, contenidos, temas, géneros, lenguaje, imágenes, tipografía, diseño, etc. , y diría que la confiabilidad en esa recomendación, responderá siempre a la seriedad y trayectoria de la editorial, publicación o institución que la genere. Porque hay editoriales, que estudian el tema y lo tratan con cuidado, pero otras lo tratan con ligereza, lo delegan en departamentos de ventas y mercadeo, topándonos a veces con recomendaciones de edad que en vez de orientar, desorientan, o que son verdaderos exabruptos.

Por su parte, instituciones especializadas, que privilegian el tema de la calidad en la valoración de libros, cuentan con comités interdisciplinarios de selección, formados por promotores de lectura, bibliotecarios, educadores, escritores e ilustradores, muchos de los cuales –y creo que este es el otro punto importante- trabajan o tienen experiencia en el trabajo directo con los niños y los libros.

Pero si de todas maneras somos siempre y únicamente los adultos –autores, editores, educadores, psicólogos, comunicadores, diseñadores, administradores, publicistas-, quienes producimos los libros, los que vamos a seleccionar, y a indicar la edad en los libros que van a leer los niños, creo que debemos comenzar a desconfiar a y preguntarnos hasta donde llega su validez, por varias motivos.

En primer lugar, porque los adultos lo hacemos pensando en lo que es mejor y más conveniente para los niños en las diferentes etapas de su vida, y en ello influyen las ideas o prejuicios que tenemos sobre la infancia, la lectura y el papel que ésta debe cumplir. Muchos adultos subestiman a los niños y les ofrecen libros elementales –de temas y formas anodinas, pueriles-, una literatura “aniñada a ex profeso”, para decirlo de alguna manera, y piensan en el mejor de los casos que los libros sirven sólo para “divertir” en la acepción más superficial de la palabra, para pasar el tiempo (por eso a veces consideran la lectura como pérdida de tiempo); y en el peor de los casos que los libros sirven sólo para “enseñar a leer” y “educar”, entendiendo esta palabra en el sentido de encaminar, moralizar, “civilizar”, meter en cintura, sin considerar su importancia como literatura y las funciones que cumple lo literario, entre otras: experimentar el goce o placer estético, estimular la imaginación, reconocerse y conocer al otro, descubrir y comprender el mundo.

En segundo lugar, porque leer es un proceso creativo de producción y búsqueda de significados, en el que el lector desempeña un papel activo en su interacción con el texto, lo que metafóricamente puede entenderse con una frase de Paul Ricoeur quien afirmaba que “la lectura es la ejecución de una partitura musical” y el lector, su ejecutante, quien da vida al texto, lo hace con y a través de su experiencia, sensibilidad, emociones, inteligencia, intereses, expectativas, gustos y respuestas. Por lo que el proceso de formación de cada lector es diferente –tiene algo de secreto y misterioso-, y su encuentro con un libro o un texto siempre será único, como también sus preferencias e inclinaciones. Por tanto, los intereses de un grupo de niños de la misma edad pueden ser tan disímiles como los de un grupo de adultos.

Es por eso que muchas veces la indicación de edad pueden convertirse más que en una ayuda en una limitación, cuando proporcionamos libros a los niños que no llenan sus expectativas. O puede funcionar como una censura, ante temas que a los adultos les parecen inapropiados para ciertas edades, cuando los buenos libros para niños de hoy abordan todos tipo de temas: la amistad, la familia, los afectos, el amor, el humor, el viaje, la aventura, pero también el miedo, los prejuicios, el racismo, la intolerancia, la desigualdad social, la enfermedad, la vejez, la muerte, el suicidio, la guerra, la discapacidad y la sexualidad.

Creemos por eso que el tema debe centrarse en los lectores, son los niños y jóvenes, nuestros hijos o alumnos, los mejores guías, para encontrar los libros adecuados, es necesario escucharlos, dejarlos expresarse, conocer sus gustos e intereses, permitirles seleccionar sus libros y lecturas. Justamente experiencias del trabajo con niños e investigaciones que centran la atención en las respuestas de los lectores, han arrojado luces acerca del gusto o inclinación por determinados tipos de libros o géneros literarios, en determinadas etapas del desarrollo, como podría ser, el gusto por las rimas y canciones en los niños más pequeños o la preferencia por los cuentos de espantos y aparecidos en los preadolescentes, en este sentido puedo dar fe de la fascinación que ejercen en los niños libros como La piedra del duende y otros cuentos de Mercedes Franco o Muertos de susto de María Fernanda Paz Castillo.

Por otra parte en el mundo editorial se relacionan algunos formatos o tamaños de libros con ciertas edades. En un extremo del gran abanico de libros podemos ubicar los libros de plástico no tóxicos, de tela o cartón, para bebés o niños muy pequeños, diseñados para que los puedan morder, meter a la bañera, o manipular, los libros de conceptos y otros para esas primeras edades, y en el otro extremo, el libro de bolsillo, que se adapta más a relatos, novelas o antologías para adolescentes. Pero de resto vamos a encontrar una inmensa riqueza cuyo principal exponente es el libro álbum, una de las expresiones artísticas y humanas más ricas de la contemporaneidad, que brinda grandes compensaciones a cualquier tipo de lector.

Porque si los miramos bien las fronteras entre la literatura para niños, jóvenes y adultos es muy frágil, tendríamos que preguntarnos si cuentos como los de Janosh ¡Qué bonito es Panamá!, o Yo te curaré pequeño oso, o la serie de Teresa de Armando José Sequera pueden disfrutarlas solamente los niños?, ¿si es verdad, como muchos sostenían antes del fenómeno de Harry Potter, que los niños no pueden leer textos muy extensos? O si un libro de imágenes como Dónde viven los monstruos de Maurice Sendak, es sólo para niños pequeños?

Por eso, para terminar, me gustaría referirme a la polémica que se suscitó en Inglaterra hace unos años, cuando las editoriales llegaron a un acuerdo de indicar la edad en todos los libros y tuvieron que enfrentarse a la resistencia de muchos escritores liderados por el escritor Philip Pullman en ul sitio de Internet: «No to age banding» http://www.notoagebanding.org/index.php quienes sostenían que esta práctica más que ayudar a los padres a elegir las lecturas para sus hijos, de “tratar de dar la bienvenida a los lectores”, los trataba de mantener a ralla o dentro de unos límites”, lo que sostenía en los siguientes argumentos:

• Cada niño es único así como cada libro lo es. Pretender hacer un parámetro para precisar quienes deben leer un libro según su edad, es imposible y desear hacerlo es peor que inútil.
• Los niños fácilmente se sienten estigmatizados, y muchos de ellos dejarán de lado los libros que aman por el temor de ser llamado «Hijos de Mamí».
• Otros niños se sentirán consternados al descubrir que los libros aptos para su edad «Correcta» sean demasiado difíciles para ellos alejándolos de la lectura de manera más firme que antes.
• Todos los libros están cargados de pistas para que los lectores los encuentren, diseño de portada, la tipografía, el estilo de la prosa, además de ilustraciones. Estas son auténticas conexiones con los posibles lectores, porque estos buscan preferencias individuales. El pretender enmarcar en un nicho de edad a los lectores es imposible, porque implica que todos los niños de esa edad son iguales.
• Los niños de hoy se acercan a ver las portadas de los libros para descubrir si se sienten atraídos. Las editoriales parecen creer que ellos no van a notar la orientación de edad, o que no le van a dar importancia.
• Los escritores tenemos mucho cuidado de no limitar innecesariamente a los lectores. Tratamos de contar bien una historia tan bien como sea posible, para que al final encuentren a alguien en la puerta que los aleje de ella, está en contra del valor que le damos a los libros, la lectura y la literatura en sí.

Esta polémica y la negativa de aceptar una indicación de edad de parte de autores tan importantes como J. K. Joanne Rowling, de la famosa serie de Harry Potter, obligó a que muchas editoriales se abstuvieran de hacerlo.

Igualmente quisiera reivindicar la frase que aparece en muchos libros difíciles de encasillar: “Para todas las edades” o humorísticamente “Para lectores de 0 a 100 años”, o más bien recomendar o adoptar clasificaciones como la de la página española Escueladeescritores, que recomienda libros:

Para reír – Para el poeta – Para aventureros y viajeros – Para el lector exigente Para el que lee en el metro – Para morirse de miedo – Para pensar Para los locos por el cine – Para el científico casero – Para el melómano – Para el que vive en otros mundos…

Y también citar a un conocido editor, Vicente Ferrer de la editorial Media Vaca, que al hablar de este tema concluye que: “el libro no conoce edades: no es sino de quien lo disfruta y de quien lo hace suyo”.

La edición de libros para niños y jóvenes

RESPUESTAS A LAS PREGUNTAS ENVIADAS POR CARLOS SÁNCHEZ LOZANO PARA MESA REDONDA DEL ENCUENTRO DE EDITORES DE LIBROS PARA NIÑOS DE AMÉRICA LATINA. BOGOTÁ, AGOSTO 2009

PROBLEMÁTICAS DE LA EDICIÓN DE LIBROS PARA NIÑOS Y JÓVENES (DE LITERATURA E INFORMATIVOS)

LA CONCEPCIÓN DE PROYECTO EDITORIAL

¿Cómo una idea se convierte en proyecto editorial?

Creo firmemente que cualquier editorial debe concebirse como un proyecto a mediano y largo plazo, y si es una editorial de libros para niños y jóvenes, aún más, por la complejidad de elaboración de los libros, en los que generalmente intervienen equipos de personas que se integran en procesos de trabajo, no tan claramente delimitados como en la edición de los libros para adultos, un tanto inciertos, sobre todo si son libros de ficción, y que pueden varíar mucho según el tipo de proyectos.

Una editorial, colección, serie de libros o un libro, nace de una visión, de un propósito, que una empresa, un editor, propone, establece, interpreta. En ese sentido, como editora he respondido e interpretado, desde editoriales públicas o privadas, en ediciones por encargo o independientes, a varios propósitos:

Hacer libros:
• venezolanos para niños venezolanos
• latinoamericanos para niños de habla hispana
• para promover la lectura en las escuelas
• para informar sobre temas como economía, geografía y arte
• para dar a conocer la literatura venezolana para niños

Y aunque sabemos que un libro para niños puede nacer de una idea, una imagen, unas ilustraciones, podría decir que la mayoría de los libros de ficción que he hecho tienen una raíz literaria, es decir, creo que porque provengo del campo de la literatura y porque me inicié en una casa editora que proponía editar escritores y temas venezolanos, la mayor parte de los títulos que he editado han nacido de textos o manuscritos literarios, por lo que sin duda, particularmente, he privilegiado ese aspecto sobre otros.

He editado libros de escritores venezolanos como Rafael Rivero Oramas y Aquiles Nazoa cuya obra había sido impulsada en parte por una editorial pionera como Ediciones Ekaré, pero sobre todo libros de narradores y poetas conocidos por su obra para adultos, pero que comenzaban a escribir para niños y jóvenes: Salvador Garmendia, Ednodio Quintero, Mercedes Franco y Yolanda Pantin, y también los de, en su momento, noveles autores, como Mireya Tabuas y Silvia Dioverti. A veces esos textos literarios que han dado vida a un libro han llegado redondos, muy bien trabajados a las editoriales, sólo ha bastado hacer uno que otro retoque de vocabulario o estilo, cambios en la titulación, alguna poda por ser muy extensos, por lo que el trabajo editorial se ha centrado más en el proceso posterior del concepto gráfico: el diseño y elaboración de ilustraciones. Lo que ha ocurrido también en el caso de las antologías o compilaciones de poesía, narrativa y tradición oral.

Otras veces, el trabajo con los textos ha sido y es más intenso. Percibimos la potencilidad de un manuscrito –una buena anécdota, hermosos pasajes, una situación divertida, dramática, ambas, un buen inicio, un excelente final–, pero sentimos que el texto debe ser trabajado, cincelado, bien para que comunique o exprese más a los lectores, bien para que se amolde a un esquema preestablecido en el caso de una serie o colección. Y en el caso de los libros de información, para que sea inteligible, comprensible, ameno. Es decir, para que los textos –sean de ficción o información–, junto a los demás elementos que conforman un libro –diseño e imágenes–_adquiera mayor brillo y significación.

Pero, en general, una editorial de libros para niños y jóvenes, no se alimenta, no podría alimentarse, sólo de manuscritos que llegan espontáneamente para su consideración, porque la mayoría de esos textos no suelen tener una gran validez o calidad literaria, sino que parte de las propuestas que un editor hace, bajo esos propósitos o premisas iniciales de las que hablábamos –que pueden ser muy diferentes y recibir nombres más técnicos como visión estrátegica o misión–, y en las que, de alguna manera, ya se define un público, un tipo de lector y un mercado. Es decir, que una editorial se alimenta de las propuestas de un editor que explora varias vías para diseñar, armar y hacer crecer un catálogo.

En mi caso he trabajado con propuestas como la selección de textos de autores conocidos en torno a temas que considero, de por sí, atractivos para muchos niños y jóvenes –pienso en El libro de los animales y El libro de los cochinitos de Aquiles Nazoa, en los que reuní textos de este autor dispersos en varios libros, en principio escritos para adultos, o en Los labios de Laura y otros cuentos, breves y hermosos relatos sobre la iniciación amorosa de Antonio López Ortega–. Algunos títulos han nacido del deseo de desarrollar libros emblemáticos de la edición infantil, como un Arca de Noé o los abecedarios, pero imprimiéndoles un sello latinoamericano, como La gran canoa, la adaptación de una leyenda kariña, y el ABC del escritor cubano David Chericián. Otros de estrategias como replantear, darle un nuevo giro a algunos proyectos: convertir una antología de cuentos tradicionales en una colección de libritos en rústica y pequeño formato, hermosos, económicos y muy exitosos, como los de la colección Cuento que te cuento de Josefina Urdaneta, o convertir una propuesta de ilustraciones y rimas sobre colores de la ilustradora Idana Rodríguez en una colección de libros de cartón titulada Cosas. Y finalmente también de tomar un pasaje o idea de algún manuscrito, en su totalidad no muy convincente, para trabajarla conjuntamente con la autora y obtener como resultado un texto que difiere considerablemente del entregado a la editorial, como fue el caso de Brujitas de María Antonia Peralta, tema que como sabemos puede ser de los más polémicos del trabajo editorial.

En cuanto a los libros de información, creo que en muchos de nuestros países, su producción todavía está en ciernes y muy vinculada al tema escolar, por lo que es uno de los terrenos más promisorios para un editor. Justamente suelen nacer de una carencia, de la necesidad de publicar temas que no han sido abordados o han sido tratados poco o tangencialmente en los libros para niños y jóvenes, de áreas editoriales no exploradas que un editor puede detectar. Y también de la necesidad de tratar de manera novedosa, actual, temas ya transitados.

En mi caso en particular he desarrollado algunos proyectos, a veces bajo esquemas algo desprestigiados, como el de los “libros por encargo” o el de colecciones de altos tirajes asociados a las ventas de los periódicos, sobre temas como economía, geografía, historia, arte y ahora numismática venezolana, así como algunos libros de actividades: cocina y manualidades. Proyectos complejos que han respondido a propósitos como: iniciar a los niños en temas económicos como el dinero y el ahorro (Colección Aprendo del Banco Central de Venezuela), o mostrarles la geografía, la historia y la cultura del país (Wepia. Viaje mágico por Venezuela de Santillana), en los que intervienen otros y un mayor número de profesionales: académicos, especialistas, investigadores, docentes y fotógrafos, cuya concepción en algunos casos ha sido colectiva, y en los que el trabajo editorial tiene otros matices. Proponer títulos de libros o series, tipo y extensión de textos elaborar pautas y definir criterios. Libros en los que textos e imágenes cumplen otro cometido y en ese sentido deben ser tratados: informar, divulgar conocimientos, pero también entretener y, sobre todo, despertar la curiosidad y ganas de saber.

Es decir, el trabajo del editor de libros para niños y jóvenes, es en mayor o menor medida, siempre creativo. Apoyado en y por un equipo de profesionales –correctores, diseñadores, impresores– se apropia de manuscritos e ideas, le da vida a las valiosas propuestas estéticas de escritores e ilustradores, pero también inventa, propone, encarga y dirije proyectos editoriales, que luego convertidos en libros, logran una mayor o menor aceptación y penetración de público y mercado. Y es verdad que el trecho entre idea y realización puede ser largo, a veces difícil, pero también pleno de experiencias y momentos gratificantes, que nos hacen amar el oficio y culminan con la satisfacción de constatar la aceptación de los lectores.

¿Qué aspectos son determinantes para la toma de decisión?

Debo confesar que en primer lugar me enfrento a los textos o proyectos editoriales simple y sencillamente como lectora. Si en una primera lectura un manuscrito me gusta, me divierte, me conmueve, más si me suceden las dos cosas, y creo que puede gustar a los niños, seguro eso tendrá peso en la decisión de su publicación. Sin duda, en esa primera lectura nos ha seducido una buena historia, el humor o las formas originales de expresión con las que nos sorprende un buen escritor (en cambio, puede que no tome mucho en cuenta algunos problemas de sintaxis y hasta algún error ortográfico, lo que puede corregirse). Si además siento que el texto genera imágenes, tiene un acento visual que puede facilitar la propuesta estética de un artista gráfico, se van sumando puntos favorables. Luego vendrán otras y sucesivas lecturas, que me permitirán descubrir nuevas cualidades y nuevos problemas. Es decir, creo que la subjetividad, la experiencia de trabajo con niños y jóvenes, y la intuición o el llamado olfato del editor tienen un peso.

Por supuesto cuando he debido tomar decisiones, no como editora o productora independiente, sino desde una editorial, contrasto mi experiencia con la de otros lectores –evaluadores o lectores editoriales– y, pongo en la balanza la viabilidad del proyecto en correspondencia con el fondo editorial, las colecciones o series, los costos, la programación, la consideración los libros similares en el mercado, los aspectos en los que pueden parecerse y sobre todo diferenciarse, y la viabilidad de las ventas. Pero en todo caso, el criterio determinante nunca ha sido el comercial, aunque después muchos de los libros que he editado hayan tenido muy buenas ventas y sucesivos tirajes, como por ejemplo ¡Vuelven los fantasmas! de Mercedes Franco que ya ha alcanzado la onceava edición.

RELACIÓN DEL EDITOR CON LOS ACTORES DEL PROCESO EDITORIAL

¿Qué problemas se presentan en la relación con los autores (ilustradores, fotógrafos, correctores de estilo, asesores académicos, etc.)?

Algunos escritores pueden ser sensibles a las propuestas de modificación de un manuscrito, pero puedo decir que he trabajado con escritores que han sido receptivos a nuestras propuestas o que, igualmente, siempre entendiéndonos en un clima de muchísimo respeto, porque admiro enormemente a los escritores, hayan rechazado otras, por lo que nunca he llegado a tener algún problema grave por ese motivo. Y diría que lo que me ha dado mejores resultados en ese proceso de la revisión, tratamiento y corrección de textos, es una comunicación escrita en la que se argumentan las dudas o propuestas de cambio, para que el escritor las lea, las medite, y envié sus respuestas por la misma vía.

He trabajado poco con fotógrafos y académicos, pero sí mucho con ilustradores, en ocasiones con el apoyo de un director de arte, y en otras no, lo que resulta más difícil y engorroso para el editor. Pero a pesar de eso, aparte de algunos retrasos en las entregas, o en los pagos por parte de las editoriales, no he tenido mayores inconvenientes, porque la mayoría de los ilustradores con los que he trabajado son verdaderos artistas, que disfrutan y se entregan a su trabajo, y una vez que se inicia el trabajo creativo de un libro, editor, diseñador e ilustrador se enfocan en obtener los mejores resultados. Los proyectos van tomando forma y maduran con los aportes de cada uno. La selección del ilustrador se hace generalmetne de acuerdo a ciertas características del texto, el libro o la colección, por tanto, sobre todo si ya he trabajado con ellos, no les pido necesariamente una prueba, y una vez comenzado el proceso soy bastante respetuosa de sus propuestas.

Por supuesto que puede que a estas alturas exista algún escritor molesto porque no le di una respuesta rápida, otro que no haya quedado complacido por las ilustraciones de su libro, y algún ilustrador sentido porque no fue seleccionado para un proyecto, pero creo que son gajes y riesgos del oficio.

¿Cómo los resuelve?

Estoy convencida de que la mayor parte de estos problemas pueden evitarse, si se sistematizan los procesos y se tratan de una manera más profesional. Es decr, debe existir un modelo o esquema claro para los informes de lectura, preferiblemente varios e impares, para sutentar las decisiones de publicar o no publicar un manuscrito. Deben elaborarse contratos claros, donde se estipulen los derechos y obligaciones de las partes: autores y editores. Trabajar de forma planificada, con cronogramas de edición y producción. Fijar criterios para las correcciones. Usar plantillas de diseño para las series o colecciones, y si es necesario hacer manuales de diseño y edición. Un aspecto importante es el pago de los correspondientes anticipos y derechos de autor, lo que desgraciadamente todavía, entre nosotros, muchos editores eluden o retrasan considerablemente, lo que inevitablemente incide en las relaciones entre autores y editores. Por otra parte aunque algunas veces antes de comenzar el proceso de edición de un libro, he propiciado el encuentro entre un autor y un ilustrador, lo que puede ser muy enriquecedor para el ilustrador y tranquilizador para el escritor, esto no siempre funciona o es aconsejable, y a veces más que ayudar puede entrabar el proceso editorial.

EL PROCESO EDITORIAL: DEL MANUSCRITO AL PDF

¿Cómo representa usted en un esquema los pasos del proceso editorial de un libro para niños o jóvenes? ¿Qué fases y pasos lo componen?

Los pasos del proceso editorial de un libro pueden variar mucho, de acuerdo al tipo de proyecto -hay un caso conocido de un hermosos libro de Camelia Ediciones hecho en las servilletas de un restaurante durante un almuerzo-, pero si nos atenemos a los procesos más usuales y quisiéramos sintetizarlos podrían ser siete que es un número de suerte:

o Concepto o definición editorial. Colección, serie o edición única. Formato.
Número de páginas. Materiales. Tipo de encuadernación. Según
determinados parámetros: público, finalidad, costos. Investigación de
mercado.
o Trabajo con manuscritos: ideas, guiones o textos. Investigación. Valoración. Revisión de textos. Cambios. Correcciones de contenido, de estilo y ortotipográficas.
o Diseño o concepto gráfico. Propuestas y selección de tipografia (s). Estructura y páginas tipo.
o Trabajo con imágenes (ilustraciones, fotografías, tridimensionales, collage, etc.). Selección de ilustradores, o fotógrafos. Indicaciones o pautas de tamaño y estilo. Investigación. Elaboración y aprobación de bocetos. Pruebas y selección de técnica de ilustración. Pruebas de color. Desarrollo de ilustraciones. Requerimientos, búsqueda y selección de fotografías.
o Vaciado de textos e imágenes (primero bocetos, en el caso de ilustraciones). Corrección o sustitución de textos e imágenes para nuevas salidas, propuestas, ajustes y correcciones.
o Primera maqueta (con propuesta de portada y sus respectivos textos si los tiene). Correcciones, cambios, ajustes.
o Segunda maqueta. Correcciones y ajustes.
o PDF, maravilla que ha mejorado y agilizado los procesos editoriales.

Pero en realidad, sabemos que estos pasos pueden alterarse e intercambiarse, el tercero preceder al segundo y al cuarto, éste preceder al segundo y al primero. Hay excelentes libros realizados por un ilustrador-autor, quien a veces escribe una vez elaborados los bocetos, y libros hechos por un escritor y un ilustrador-diseñador que se han puesto de acuerdo, quienes asumen o prescinden de las tareas del editor. E igualmente que las maquetas pueden multiplicarse y transformarse radicalmente, uno de los aspectos más emocionantes de la edición de libros para niños.

¿Cómo gestiona el proceso editorial de un libro con vista al cronograma y costos?

Cada proyecto puede llevarse un tiempo diferente, sobre todo si requiere de una investigación como en en el caso de libros de información y algunos de ficción. Depende también si se producen desde una editorial privada o pública, pero en general manejo un cronograma que va de los seis meses a un año en los libros de literatura, mientras que en los libros de información, sobre todo si se preparan varios a la vez, de uno a dos años. Los costos también varían de acuerdo al personal requerido, si es personal de planta, se estipula un monto o porcentaje que se suma al costo de los libros; si es por trabajos o contratación, los montos se suman a los costos creativos del proyecto. Generalmente se usa una hoja de costos en la que se registran por separado los costos creativos u operativos y los costos de producción, preprensa e impresión de cada título, lo que sirve de base para establecer el precio de venta de los libros.

¿Qué errores se deben evitar en el proceso editorial? (editing).

Creo que todos porque los errores tienen un precio muy alto. Si el trabajo editorial no se ha hecho bien, puede salir a relucir algún problema en imprenta que obligue a repetir planchas o a volver impimir un pliego, lo que significa pérdidas económicas y de tiempo. Si sale un libro impreso con errores o problemas graves, hay un costo en imagen y prestigio de la editorial y un incumplimiento con el lector. Para mí los más lamentables son las erratas en el texto, que alguna vez pueden escaparse, o una impresión fuera de registro que considero uno de los mayores descuidos editoriales. Por eso hay que sistematizar procesos, ser obsesivos, revisar muchas veces y muy bien las maquetas, artes finales y pruebas de impresión, instalarse o instalar al productor o director de arte en la imprenta para supervisar pliegos y revisar los primeros ejemplares encuadernados. Es decir, tratar de cuidar todos los detalles, ya que el compromiso del editor es hacerle llegar buenos libros a los lectores.

CLAVES DEL MARKETING Y COMERCIALIZACIÓN EFICAZ

¿Qué estrategias usa para llamar la atención de los medios masivos de comunicación y de los mediadores sobre sus libros?

Creo que un editor debe darle la máxima importancia a su catálogo y a las hojas de novedades, lo que hoy en día quiere decir también a su página web, o a su presencia en la red. Es fundamental también trabajar el lanzamiento del libro, que dependiendo de los recursos con los que se cuente, puede hacerse a través de una presentación formal – preferiblemente en contextos como ferias del libro, o en fechas significativas como el día del libro–, acompañado por publicidad pagada en medios impresos –prensa o revistas– y radiales (creo que para la mayoría de nosotros la televisión es inalcanzable), y tratar de conseguir promoción gratuita, lo que puede garantizarse en parte enviando una cantidad de ejemplares a los periodistas, productores y locutores que cubren las fuentes o tienen programas de literatura, cultura, eventos o progamación infantil y coordinar entrevistas con los autores para tratar de llega a padres, maestros, promotores y animadores de lectura. Igualmente hacer llegar hojas de novedades y catálogos a las instituciones relacionadas (de promoción de lectura, Ministerio de Educación, Biblioteca Nacional), colegios y escuelas; estar presente en ferias de libros nacionales e internacionales, y en encuentros, seminarios o congresos de literatura para niños o de promoción de la lectura. Estar presente en librerías y otros puntos de ventas y enviar los libros a premios y concursos.

Todo esto depende de montos de inversión e infraestructura: si se cuenta con departamento de promoción, oficina de prensa y relaciones públicas. Sin olvidar la importancia de la comunicación entre los lectores, y ahora los foros o redes de lectores que crecen y se tejen en Internet a través de blogs, Facebook y Twitter.

Los acelerados cambios en la comunicación de niños y jóvenes a través de las nuevas tecnologías, hacen pensar también en nuevos canales de promoción: como por ejemplo: encuentros digitales con autores como los videos colgados en la red por la Feria del Libro de Madrid en su última edición, o mensajes en redes de telefonía celular. Es decir, cualquier niño que tenga un celular podría recibir un mensaje como: ¿Ya leíste el último libro sobre fantasmas de Mercedes Franco?, o un minicuento escrito por Armando José Sequera.

¿Cómo hace para que sus libros lleguen a los lectores?

Hay que garantizar una buena distribución en librerías y ver de qué manera, a través de display, exhibidores, afiches, los libros pueden destacar. Igualmente realizar la promoción y venta directa a colegios privados, precedida si es posible por la asistencia o encuentros con autores e ilustradores. La venta a escuelas y bibliotecas escolares del estado, a través de compras directas y de la participación en licitaciones. También tener presencia en la red y en las librerías virtuales. Y explorar otras vías, como asociaciones estratégicas con periódicos, y otros puntos de ventas: grandes superficies, supermercados, estaciones de gasolina, cadenas de tiendas, etc.

¿De qué modo aprovecha usted los canales de comercialización existentes para sus libros?

El canal de comercialización que mantiene mayor importancia entre nosotros es el de las librerías reales, sobre todo las librerías especializadas, o aquellas como cadenas en centros comerciales, que ofrecen espacios para la exhibición de libros para niños y jóvenes y están en franco crecimiento en América Latina. Están los canales que permiten las nuevas tecnologías, como las librerías virtuales (Amazon y compañía) y las propias páginas web de las editoriales. Las distribuidoras nacionales o regionales que cubren determinadas zonas o regiones. La promoción y comercialización van de la mano, para muchos es tarea de Directores comerciales, Departamento de mercadeo y promotores comerciales. En editoriales pequeñas depende también en alguna medida del Gerente o Director editorial. En las grandes la tarea es cada vez más segmentada, a veces con buenos resultados, a veces con acciones muy desarticuladas entre sí, porque tengo la convicción de que para vender libros hay que saber de libros, lo que paradójicamente no es muy usual en muchas editoriales o librerías.

¿Qué otros canales de comercialización del libro infantil y juvenil se pueden explorar?

Canales menos convencionales: cadenas de tiendas de productos farmacéuticos u otros, bombas de gasolina, kioscos, cafeterías. La asociación o convenio con distribuidores de libros para niños de otros países, para lo cual es fundamental la asistencia a las ferias de libros, fundamentalmente la de Guadalajara y la de Bologna, y a través de ellos la participación en llamados a licitaciones o compras del estado en otros países. Las ventas de derechos para la edición de los libros en otros idiomas. La asociación con diarios para trabajar altos tirajes. La asociación con otras editoriales para hacer coediciones. Aunque todavía en la mayoría de nuestros países no existe la figura del agente y de las agencias literarias, éstas pueden ser nuevas vías para mover la venta de derechos. Próximamente se abrirán no sé de qué manera las posibilidades de los e-book o e-redears, libros digitales–, negocio del que ya se han comenzado a ocupar los grandes consorcios editoriales.

EL RETO DEL LIBRO ELECTRÓNICO

¿Es el fin del libro en papel?

Creo que todavía no y que pasará un tiempo. Muchos han vaticinado la muerte del libro y la supremacía de lo digital. Otros dicen que por mucho tiempo o para siempre, convivirán los dos mundos: el impreso y el digital, que es lo desde hace unas décadas ha venido ocurriendo. Pero sabemos que, por una parte, todavía hay grandes contingentes de personas, sobre todo en nuestro continente, que no tienen acceso a la tecnología, por otra, que ahora es que se están perfeccionando, lo que permitirá que más adelante se abaraten y popularicen, los libros digitales o e-book, y también que las formas de relación del lector con el libro o con la pantalla son diferentes, y para muchos hasta ahora insustituibles.

¿Qué pasos va a dar usted frente al reto del libro electrónico?

Aunque todavía no he tenido la oportunidad, a mi particularmente me encantaría poder abordar proyectos de ese tipo. Se abre un mundo inmenso de posibilidades, entre otras cosas, con lo que ahora se llama arte digital, ya que muchos ilustradores trabajan exclusivamente con la computadora y ensayan cada vez propuestas más audaces. Por otra parte, porque es un verdadero reto captar la atención, el interés, de estas nuevas generaciones de seres digitales u Hommo zapiens como los llama un estudioso del tema.

¿Cree posible el manejo combinado de los dos soportes en el libro para niños y jóvenes?

Creo que desde hace un tiempo se están haciendo libros en papel que reproducen o imitan las formas de presentación y lectura de Internet. Libros que ofrecen diferentes tipos de textos e imágenes que se enlazan entre sí, a través de una lectura fragmentaria, no lineal, por lo que muchos de esos libros pueden o podrían adaptarse más fácilmente al soporte digital. Pero en realidad son dos medios diferentes, es decir, editar un libro electrónico o para leerse en Internet no es simplemente ofrecer un PDF, donde el lector va a enfrentarse con la misma propuesta del libro, pero en una pantalla, sino que un libro digital, debe incorporar necesariamente otros componentes que son propios del medio, como la animación, el movimiento, el sonido, la música, los link, hipervínculos, las posiblidades de explorar diversas rutas de lectura y la imprescindible interacción con el lector. Aunque no estoy muy informada, sé que se han hecho propuestas de edición de una obra en los dos formatos, parece que con más fracasos que éxitos, pero lo considero posible.

¿Qué aspectos son claves tomar en cuenta al momento de hacer un libro infantil o juvenil en soporte digital?

Me imagino que algunos parámetros pueden ser muy parecido a los de un libro real: calidad del guión o de los textos, extensión de los textos que me imagino más breves, calidad de las imágenes o ilustraciones, la interacción o relación entre ellos, pero a estos, por supuesto deberán sumarse otros como: mayor importancia de las imágenes, calidad de la animación, de los sonidos y de la música, agilidad, ritmo, la efectividad de los enlaces y de las rutas de exploración.

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