MariaelenamaggiBlog

21 noviembre 2009

¿Los libros tienen edad?

Texto preparado para la Mesa Redonda organizada por la editorial Alfaguara, en abril 2009. Moderadora: María Fernanda Paz Castillo. Participantes: Mireya Tabuas, Francisco Javier Pérez y María Elena Maggi.

La pregunta que me han planteado los amigos de Alfaguara para esta tarde, parece sencilla, pero no lo es, diría que es más bien una pregunta difícil, delicada, un tema polémico, que en principio me gustaría alimentar con otras preguntas: ¿corresponden los libros para niños a determinadas edades? ¿Quién o quienes se encargan de prescribir esa edad en la contraportada o catálogos de los libros? ¿cuándo se indica una edad, qué cosas se han tomado en cuenta? ¿esa indicación es una orientación confiable, infalible, o es parte de un trabajo de mercadeo de las editoriales para vender los libros? ¿por qué unas editoriales lo ponen en práctica y otras no? ¿deben los padres y docentes guiarse por esa prescripción o hacer caso omiso de ellas? ¿Hay que proporcionales los mismos libros, o un mismo tipo de libro a niños de la misma edad? ¿esos niños son iguales en cuanto a su aproximación a la lectura? ¿les gustan los mismos libros?.

Como verán las preguntas pueden ser muchas y tienen que ver con el desarrollo físico, motor, psíquico, emocional e integral de los niños, con el contexto familiar, escolar y social, con procesos complejos como la adquisición del lenguaje, la lectura y la escritura, temas que ha estudiado la psicología evolutiva, la lingüística, la psicolingüística, la comunicación, la semiología y el arte, pues se relacionan con al desarrollo de la literatura, la ilustración y la edición de libros para niños. Entonces con todas las limitaciones del caso, y modestamente, voy a tratar de indagar en algunas de ellas.

Es usual ver en las librerías a un público adulto que solicita la ayuda de un vendedor para escoger un libro para un niño de una determinada edad, o que busca afanosamente en la contraportada la consabida prescripción. Porque en realidad muchos adultos pueden sentirse perdidos en una librería infantil, ante una amplia oferta editorial, sobre todo si se están adentrado por primera vez en ese territorio, entonces en esa circunstancia se agradece una etiqueta con la indicación o la recomendación de un buen librero. Pero la oferta de libros para niños además de amplia, puede ser engañosa –no sólo en la prescripción de edad, sino en todo sentido-, y puede que el vendedor –y ya no uso la palabra librero- no conozca muy bien lo que vende, o también que las etiquetas de edad no estén bien puestas.

En esa necesidad de orientar al comprador o consumidor adulto -padres, abuelos, docentes, bibliotecarios, maestros, se sostiene la práctica de la prescripción de edad, que no sólo la usan las editoriales, sino también librerías -reales o virtuales- revistas e instituciones que se ocupan de la educación, la literatura para niños y la promoción de la lectura, muchas de las cuales ofrecen sus orientaciones a través de páginas web, como: sol-e.com, SOL. Servicio de orientación de lectura, de España, educared.org.arg y la revista Imaginaria de Argentina(www.imaginaria.com.arg),paramaestros, leeleatushijos.org, Lacasadelarbol.com, clubdelibros.com, elhuevodechocolate.com, páginas, algunas muy hermosas, que ofrecen listas de libros por edades o con recomendaciones de edad.

Pero hay diferentes maneras de poner en práctica esta prescripción, hay editoriales, que además de identificar sus colecciones con nombres o colores, establecen en sus libros o catálogos rangos de edad muy cerrados y con topes, por ejemplo: de 0 a 6 meses, de 6 a 12 meses, de 1 a 3 años, de 2 a 4, de 3 a 6, de 6 a 8, de 8 a 10, 10 a 12, etc. otras usan una indicación un poco más abierta, se recomienda el libro a partir de una edad, sin usar topes: es decir, desde o a partir del nacimiento, de los 6 meses, 2 , 3 , de 6, 8, 10 ó 12 años en adelante (Fundalectura de Colombia que establece 6 categorías).

Hay otro tipo de recomendación que no alude a la edad, sino a las diferentes etapas del desarrollo físico de los lectores, estableciendo tres grandes rangos: libros para bebés, libros para niños y libros para jóvenes, o incluso dos: Libros para niños y Libros para adolescentes, como lo usan en Colorincolorado.org, una página dirigida a familias y maestros de habla hispana de EEUU, que vale la pena consultar.

Y finalmente podemos hablar de una práctica adoptada durante las últimas décadas, tanto por editoriales como por instituciones, en la que la edad pasa a ser un dato secundario, tomando en cuenta para los enunciados las etapas del desarrollo de los niños y jóvenes como lectores, por ejemplo, el Banco del Libro establece en sus boletines cinco categorías:

Para los más pequeños (de 0 a 3 años)
Primeros lectores (de 3 a 6 años)
Lectores en marcha (de 6 a 9 años)
Grandes lectores (de 9 a 12 años)
Jóvenes lectores (12 años en adelante)

Y otra de las páginas citadas:

Para leer con papá y mamá (0-6 años)
Para los que ya saben leer (6-8 años)
Para los que leen bien solos (9-11 años)

Y más aún clasificaciones que simplemente -y creo que nos vamos acercando más a la médula del problema- indican esas etapas sin relacionarlas con edades, como por ejemplo: Para los que aprenden a leer – Para niños lectores -para los que ya saben leer – Para lectores avanzados – entrenados – audaces, intrépidos, para lectores en vuelo etc.

Esas prescripciones generalmente las fijan profesionales de diferentes áreas que consideran para ello aspectos como formatos, contenidos, temas, géneros, lenguaje, imágenes, tipografía, diseño, etc. , y diría que la confiabilidad en esa recomendación, responderá siempre a la seriedad y trayectoria de la editorial, publicación o institución que la genere. Porque hay editoriales, que estudian el tema y lo tratan con cuidado, pero otras lo tratan con ligereza, lo delegan en departamentos de ventas y mercadeo, topándonos a veces con recomendaciones de edad que en vez de orientar, desorientan, o que son verdaderos exabruptos.

Por su parte, instituciones especializadas, que privilegian el tema de la calidad en la valoración de libros, cuentan con comités interdisciplinarios de selección, formados por promotores de lectura, bibliotecarios, educadores, escritores e ilustradores, muchos de los cuales –y creo que este es el otro punto importante- trabajan o tienen experiencia en el trabajo directo con los niños y los libros.

Pero si de todas maneras somos siempre y únicamente los adultos –autores, editores, educadores, psicólogos, comunicadores, diseñadores, administradores, publicistas-, quienes producimos los libros, los que vamos a seleccionar, y a indicar la edad en los libros que van a leer los niños, creo que debemos comenzar a desconfiar a y preguntarnos hasta donde llega su validez, por varias motivos.

En primer lugar, porque los adultos lo hacemos pensando en lo que es mejor y más conveniente para los niños en las diferentes etapas de su vida, y en ello influyen las ideas o prejuicios que tenemos sobre la infancia, la lectura y el papel que ésta debe cumplir. Muchos adultos subestiman a los niños y les ofrecen libros elementales –de temas y formas anodinas, pueriles-, una literatura “aniñada a ex profeso”, para decirlo de alguna manera, y piensan en el mejor de los casos que los libros sirven sólo para “divertir” en la acepción más superficial de la palabra, para pasar el tiempo (por eso a veces consideran la lectura como pérdida de tiempo); y en el peor de los casos que los libros sirven sólo para “enseñar a leer” y “educar”, entendiendo esta palabra en el sentido de encaminar, moralizar, “civilizar”, meter en cintura, sin considerar su importancia como literatura y las funciones que cumple lo literario, entre otras: experimentar el goce o placer estético, estimular la imaginación, reconocerse y conocer al otro, descubrir y comprender el mundo.

En segundo lugar, porque leer es un proceso creativo de producción y búsqueda de significados, en el que el lector desempeña un papel activo en su interacción con el texto, lo que metafóricamente puede entenderse con una frase de Paul Ricoeur quien afirmaba que “la lectura es la ejecución de una partitura musical” y el lector, su ejecutante, quien da vida al texto, lo hace con y a través de su experiencia, sensibilidad, emociones, inteligencia, intereses, expectativas, gustos y respuestas. Por lo que el proceso de formación de cada lector es diferente –tiene algo de secreto y misterioso-, y su encuentro con un libro o un texto siempre será único, como también sus preferencias e inclinaciones. Por tanto, los intereses de un grupo de niños de la misma edad pueden ser tan disímiles como los de un grupo de adultos.

Es por eso que muchas veces la indicación de edad pueden convertirse más que en una ayuda en una limitación, cuando proporcionamos libros a los niños que no llenan sus expectativas. O puede funcionar como una censura, ante temas que a los adultos les parecen inapropiados para ciertas edades, cuando los buenos libros para niños de hoy abordan todos tipo de temas: la amistad, la familia, los afectos, el amor, el humor, el viaje, la aventura, pero también el miedo, los prejuicios, el racismo, la intolerancia, la desigualdad social, la enfermedad, la vejez, la muerte, el suicidio, la guerra, la discapacidad y la sexualidad.

Creemos por eso que el tema debe centrarse en los lectores, son los niños y jóvenes, nuestros hijos o alumnos, los mejores guías, para encontrar los libros adecuados, es necesario escucharlos, dejarlos expresarse, conocer sus gustos e intereses, permitirles seleccionar sus libros y lecturas. Justamente experiencias del trabajo con niños e investigaciones que centran la atención en las respuestas de los lectores, han arrojado luces acerca del gusto o inclinación por determinados tipos de libros o géneros literarios, en determinadas etapas del desarrollo, como podría ser, el gusto por las rimas y canciones en los niños más pequeños o la preferencia por los cuentos de espantos y aparecidos en los preadolescentes, en este sentido puedo dar fe de la fascinación que ejercen en los niños libros como La piedra del duende y otros cuentos de Mercedes Franco o Muertos de susto de María Fernanda Paz Castillo.

Por otra parte en el mundo editorial se relacionan algunos formatos o tamaños de libros con ciertas edades. En un extremo del gran abanico de libros podemos ubicar los libros de plástico no tóxicos, de tela o cartón, para bebés o niños muy pequeños, diseñados para que los puedan morder, meter a la bañera, o manipular, los libros de conceptos y otros para esas primeras edades, y en el otro extremo, el libro de bolsillo, que se adapta más a relatos, novelas o antologías para adolescentes. Pero de resto vamos a encontrar una inmensa riqueza cuyo principal exponente es el libro álbum, una de las expresiones artísticas y humanas más ricas de la contemporaneidad, que brinda grandes compensaciones a cualquier tipo de lector.

Porque si los miramos bien las fronteras entre la literatura para niños, jóvenes y adultos es muy frágil, tendríamos que preguntarnos si cuentos como los de Janosh ¡Qué bonito es Panamá!, o Yo te curaré pequeño oso, o la serie de Teresa de Armando José Sequera pueden disfrutarlas solamente los niños?, ¿si es verdad, como muchos sostenían antes del fenómeno de Harry Potter, que los niños no pueden leer textos muy extensos? O si un libro de imágenes como Dónde viven los monstruos de Maurice Sendak, es sólo para niños pequeños?

Por eso, para terminar, me gustaría referirme a la polémica que se suscitó en Inglaterra hace unos años, cuando las editoriales llegaron a un acuerdo de indicar la edad en todos los libros y tuvieron que enfrentarse a la resistencia de muchos escritores liderados por el escritor Philip Pullman en ul sitio de Internet: «No to age banding» http://www.notoagebanding.org/index.php quienes sostenían que esta práctica más que ayudar a los padres a elegir las lecturas para sus hijos, de “tratar de dar la bienvenida a los lectores”, los trataba de mantener a ralla o dentro de unos límites”, lo que sostenía en los siguientes argumentos:

• Cada niño es único así como cada libro lo es. Pretender hacer un parámetro para precisar quienes deben leer un libro según su edad, es imposible y desear hacerlo es peor que inútil.
• Los niños fácilmente se sienten estigmatizados, y muchos de ellos dejarán de lado los libros que aman por el temor de ser llamado «Hijos de Mamí».
• Otros niños se sentirán consternados al descubrir que los libros aptos para su edad «Correcta» sean demasiado difíciles para ellos alejándolos de la lectura de manera más firme que antes.
• Todos los libros están cargados de pistas para que los lectores los encuentren, diseño de portada, la tipografía, el estilo de la prosa, además de ilustraciones. Estas son auténticas conexiones con los posibles lectores, porque estos buscan preferencias individuales. El pretender enmarcar en un nicho de edad a los lectores es imposible, porque implica que todos los niños de esa edad son iguales.
• Los niños de hoy se acercan a ver las portadas de los libros para descubrir si se sienten atraídos. Las editoriales parecen creer que ellos no van a notar la orientación de edad, o que no le van a dar importancia.
• Los escritores tenemos mucho cuidado de no limitar innecesariamente a los lectores. Tratamos de contar bien una historia tan bien como sea posible, para que al final encuentren a alguien en la puerta que los aleje de ella, está en contra del valor que le damos a los libros, la lectura y la literatura en sí.

Esta polémica y la negativa de aceptar una indicación de edad de parte de autores tan importantes como J. K. Joanne Rowling, de la famosa serie de Harry Potter, obligó a que muchas editoriales se abstuvieran de hacerlo.

Igualmente quisiera reivindicar la frase que aparece en muchos libros difíciles de encasillar: “Para todas las edades” o humorísticamente “Para lectores de 0 a 100 años”, o más bien recomendar o adoptar clasificaciones como la de la página española Escueladeescritores, que recomienda libros:

Para reír – Para el poeta – Para aventureros y viajeros – Para el lector exigente Para el que lee en el metro – Para morirse de miedo – Para pensar Para los locos por el cine – Para el científico casero – Para el melómano – Para el que vive en otros mundos…

Y también citar a un conocido editor, Vicente Ferrer de la editorial Media Vaca, que al hablar de este tema concluye que: “el libro no conoce edades: no es sino de quien lo disfruta y de quien lo hace suyo”.

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